Esta fuente que silba, como todas,
que arrastra ese rumor viejo y renqueante,
y nos impone su barullo tímido
un poco más que el viento,
es la fuente de todas las mañanas
(cuando paso deprisa en bicicleta,
bordeo la plaza y sigo hacia delante).
Sin embargo esta tarde suena extraña.
Es esa sensación – cómo diría –
que tiene todo el mundo alguna vez
en alguna otra plaza como esta.
Como si en el espacio y en el aire
se retorcieran todos los caminos
y el perfume de tilos que adormece
las calles viejas y los hombres
fuera de pronto demasiado dulce.
Charlan los jóvenes alegres
y fuman sus cigarros sentados en el mármol.
El agua los salpica mientras traza
las curvas sin compás. Apenas notan
esa humedad caliente que los roza y los lame.
Los amigos esperan en el bar.
Los adormila
ese humo azul que siempre los envuelve.
Francisco del Moral Manzanares