He tocado con mis manos,
he sentido con mis dedos,
cuando la tarde asomaba
la tenue flor del almendro.
Y en mi espíritu apagado
la llama azul de tu cielo.
Y en mi distancia infinita
la claridad de tu vuelo.
¿Podrás ser verdad algún día?
Es tan sólo lo que quiero.
No espero alcanzar planetas
ni amaneceres enteros,
tan sólo quiero algún día
la tenue flor del almendro.
Y el eco tan absoluto
de tu palabra en el viento,
y ese vibrar irrompible
de tu canción en el tiempo.
Pero, ¡por Dios!, he sentido
entre las caras del miedo
y un corazón de alegría
la tenue flor del almendro:
en mis ojos desolados
oscuros mares de cieno.
Pudiste pasar de largo,
pero mordiste mi pecho
y, en vez de sentirme solo,
me acompañaste de fuego.
Vuelve otra vez para odiarme
o para serme certero.
Déjame vivo en tus manos
o en tus dientes hazme un muerto…
pero vuelve a mí, te pido,
¡oh, tenue flor del almendro!
27.02.90 – Francisco del Moral Manzanares