Yo, que soy un rebelde manifiesto,
yo, que a veces me excedo de valiente,
aunque guardo en la imagen ese poco
de prudente y de clásico
que hace que casi todos se confundan.
Yo, que siempre he votado a las izquierdas
(aquellas que se empeñan tercamente
en no cambiar el nombre del partido
a pesar de los tiempos y las modas).
Yo, que tengo una mano en la maleta,
estoy dispuesto a abandonarlo todo
y empezar también todo desde cero
y desde muy pequeño tengo alergia
a echar raíces en cualquier maceta.
Yo, que aspiro a una cama siempre tibia
de diferentes hormas y sudores
y rechazo la fatua incandescencia
del amor con mayúsculas,
del que hablan las películas
(huelga decir que a veces amo incluso
a quien no debería, según las normas
de la decencia y la moral cristianas).
Yo, que a veces mancillo el apellido
que llevo a cuestas (para la desgracia
de quienes me lo dieron un buen día
sin pensar que podían arrepentirse
al cabo de los años).
Yo, que a veces disfruto compartiendo
mi pobreza infinita con los otros.
Yo, que soy el desorden y el olvido.
Yo, que admiro el espacio y la intemperie
y tengo por cerebro una marisma
efervescente de aguas y de peces.
Yo, que soy todo eso y mucho más
que me callo por no ofender a nadie
de aquellos a quien quiero…
A veces (lo confieso abiertamente),
pudiera ser un hombre gris de aquellos
que pasan por la calle
con su corbata, portafolios nuevo,
sus zapatos brillantes, su camisa
recién planchada. Un padre de familia
incluso respetable,
un funcionario más
que paga su hipoteca en pocos años…
y ser hasta feliz al mismo tiempo.
Francisco del Moral Manzanares