Imagínate un día
que de pronto no exista
ese gozo punzante de estar siempre nervioso,
esa zozobra nítida de fracasar de nuevo
y tener que imponerse a todos los problemas.
Imagínate un día
que la vida sea fácil,
que amar sea ese camino de rosas del que cuentan
y cantan los muchachos,
para que los escuchen las plazas de los pueblos
repletas de personas y aplaudan sus palabras
multitudes sin nombre.
Sé que a veces lo añoras.
Cualquiera de nosotros lo añora algunas veces:
es el viejo recurso que da el aburrimiento
a aquellos momentáneos vacíos de las tardes.
Imagínate entonces
que el aire no costara
ni siquiera ese esfuerzo,
ni siquiera esa breve tensión de los pulmones:
sería como si el pecho
no supiera sentir la huella del abrazo
y no nos visitara jamás la primavera.
Francisco del Moral Manzanares