Del corazón apagado
me nacen dos blancos versos,
uno, un jazmín vigoroso,
el otro, un amor pequeño.
Cuando me late deprisa
el jazmín crece revuelto
entre el amor y la sangre,
en el puñal y en el beso.
Y por sus cauces resuenan
miles de gritos violentos:
el del placer y la pena,
la risa y el sufrimiento.
Mas cuando solo reposa,
tranquilo, dormido y quieto,
el jazmín sin sangre muere,
sin pena y sin sentimiento,
mientras el amor marchito
se hace recóndito y viejo.
¡Ay, venga dolor tan grande
que no pueda someterlo
y se hagan árboles blancos
en el corazón los versos!
12.01.94 – Francisco del Moral Manzanares