Por fin, entre mis brazos se adormece
la diosa de la exótica figura,
gimiendo cuántas veces su premura
por querer agradar con lo que ofrece.
Su belleza sin fin hínchase y crece,
matando sin piedad su gran llanura,
forjando en el morir de su moldura
la suave redondez que la ennoblece.
La ferviente pasión de su mirada,
la rotunda misión de su finura,
la tremenda explosión de su palabra
hacen de mi razón ensangrentada
por el tosco estallar de su bravura
sumisa voluntad enamorada.
02.11.88 – Francisco del Moral Manzanares