Hoy me he echado al Camino
huyendo de las letras y los libros,
del trabajo diario
sin otra recompensa que el dinero,
de la cadencia lenta de las horas,
que solo te sorprenden
por el lado más gris de la sorpresa,
del triunfo incuestionable de lo vacuo,
vociferado en plazas y megáfonos,
del lejano perfil de la justicia,
cada vez más distante y más desierta…
Espero que el Camino me regale
la quietud de las piedras y los bosques
para escuchar las voces que reprimo
por elevar el tono de las quejas.
Espero que el Camino me consienta
rectificar la vieja trayectoria,
que parece insalvable e irreversible
como el rastro letal de la genética.
Espero quizás tanto, demasiado
y a veces me pregunto
si llegaré a nacer con otros ojos,
a vivir otra vida en esta vida,
a respirar tal vez el mismo oxígeno
disponiendo mejor de las moléculas,
aprovechando el aire de otro modo,
liberando los pasos
de todo lo que impide su progreso,
o si después de conocer la Gloria
volveré a trabajar de nuevo por dinero
a buscar el triunfo como todos,
el éxito que muere con la espuma
sin dejar ese poso permanente
fértil como la orilla de los ríos
que me he puesto a buscar en el Camino.