Tu verdad no: La verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Antonio Machado
Ahora que estoy aquí, de nuevo
sentado frente al día
y esperando.
Ahora que no resopla nada por el aire.
Ahora que late todo,
pero nada palpita,
los ánimos cansados se repiten cansados
y el corazón escucha,
exhausto una vez más.
Ahora que el tiempo ya ha pasado,
reptando como un pájaro sediento,
y ya no importa nada que importara.
Ahora que tan despacio
estoy hablándote y no sé
si me has dado la espalda.
Ahora que ya no puedo nada más
y mis brazos se abren
(abiertamente).
Ahora que llegas o me parece
al menos que llegas,
repósate cuidadamente,
un minuto tal vez,
o quizás una hora si la necesitaras,
pero no te me vayas, como siempre,
sin hablarme.
Sin decirme de ella todo lo que ya sabes,
sin presentarme
a aquella vieja amiga
que quiero conocer desde hace tiempo.
Invítala a mi casa como si fuera tuya
y acomodaos juntos
en el rincón más claro del salón.
Siéntala entre nosotros
y deja que me cuente
todo lo que has contado tú
antes que ella,
y que vea mis ojos
si es tan morena como tú decías,
si tiene aquella voz de que me hablabas
y la modula así,
doblando las palabras,
exactamente como lo hacías al imitarla tú.
Déjame que compruebe
esa mirada tosca pero ardiente
que siempre referías,
ese color de ojos -el azul de mañana
y el más negro de noche,
que tanto desconcierta-.
Y, sobre todo, su perfil,
al que tantos poemas escribías
queriendo vanamente describirlo.
Déjame que me deje
llevar, como tú gustas
de hacer tan a menudo,
por su conversación amena y elegante.
Permíteme que intente
los adjetivos nuevos que tú no conseguiste
-una osadía pequeña de poeta,
que acaso no tenga solución-,
para verter su risa a las palabras.
Quizás valgan: serena, luminosa, limpia, abierta
y no hay que buscar más hondamente
en las raras parcelas de la lengua.
Y sólo entonces,
cuando ya la haya visto y escuchado
y haya sentido su temperatura
tocándole la piel,
cuando ya haya sufrido sus silencios
y haya vivido cerca de su aliento,
consentiré volver a hablar de ella,
abiertamente,
(tú y yo de nuevo,
viejo amigo de siempre)
y discutir sobre quién es
y de dónde ha venido.
Francisco del Moral Manzanares