Buscas en Roma a Roma, oh peregrino.
Francisco del Quevedo
Tener a Roma entre las manos toda
y en el espíritu creciendo a Roma
(Roma que escucha todo lo que dice
y nunca escucha si no dice Roma).
Tenerla entre los ojos y en la espalda
y en el cuello pequeño y en la risa.
Domus Augustea delirante y llena
de ventanas al sur, trenza de espejos
que surgen hacia el cielo y desde lejos
compiten con el mar por ser eternos.
Darla por nada, regalarla al viento,
dejar de serla y disfrutar la sombra,
arder con su recuerdo y no perderla.
Excavarla de nuevo y en la tierra
doblada por el yugo e los años,
encontrarla otra vez, Roma cuadrada.
Esa Roma de Rómulo y su vieja cabaña,
que también es de Roma y es Roma toda ella,
como esta noche estúpida de estrellas que no existen
y cuya luz nos llega
del Universo antiguo como Roma.
Dar a Roma sin Roma
y quedarse con Roma hasta después de Roma.
Roma sin rima y quieta.
Roma que no recuerda nada a Roma
y sin embargo es Roma como ella.
Y entre los lindes viejos
de esta Roma reciente, que es la madre de Roma
(la de los pescadores llamados por el Tíber),
subirse a la cabeza de este mundo
y descubrir
(en su más central centro, que es el centro de Roma)
que no existe este mundo porque Roma no existe.
Francisco del Moral Manzanares