Te has ido.
Con tu cuerpo marchito de querencias,
con tu espíritu fértil de música y sin canto,
con tu palabra fuerte en la frente del mundo.
Y me queda la tarde, como aquel ángel último
que, en su espada de fuego
cobija el desaliento.
Un pájaro perdido, un destello que muere,
una flor que lamenta
la llama de esa tarde encendida
de despojos callados.
El busto de la noche,
como tu inmenso párpado movido por el viento,
cae sobre el sol y apaga
mi esperanza postrera.
Amarillento y gris te espero en el ocaso,
con los brazos abiertos
(con los brazos en cruz).
Mi corazón te aguarda
como a un verso brillante que surja de una estrella.
Y en el fondo, tu ausencia
Y la oscura presencia
del desamor, que llega.
04.06.91 – Francisco del Moral Manzanares