No hay horizonte azul,
ni la brisa acaricia con su lengua
la piel y las palabras.
Hay piedra entre los pies
y yerbas amarillas
como antiguos defectos resurgidos
al borde del camino.
Los más fuertes gorriones del verano
se hacen oír. Otros callaron
hace tiempo, percutiendo
en el piso pardo y pétreo,
olvidados y quietos.
Más allá se adivina
la sedienta alameda apenas verdeante.
De sus brazos extensos
penden algunos libros hojeados por el viento.
Páginas como plumas,
que viven en el aire,
como en el mar el tiempo,
como en el mar la espuma.
Francisco del Moral Manzanares