Tras el sueño de siempre,
uno, dos, tres
momentos de vigilia.
La realidad se tiende sobre un lecho
de arena seca y dura
y muestra entre sus piernas
prendida la pobreza.
Ya no pasan los pájaros volando
ni el cielo cambia su color.
Ya no brillan los ojos de la gente
ni huele el campo a lluvia.
Una voz ha nacido entre los árboles
y bebe sus raíces.
Ebria
― lágrimas invisibles en su acento― ,
cansada
susurra al corazón:
“Después del mar no hay nada”.
Francisco del Moral Manzanares