Cómo poder decir con palabras escasas
aquella sobriedad que sueño por las noches
redundante en querer hacer de mi deseo
música celestial que en su piel sucumbiera.
En su mirada eterna, en su cabello oscuro
nunca sobrevivir porque el amor abrasa.
Surca mi corazón, haciéndolo pedazos
oscuro en su regazo el invierno que mata.
Rompe el sol en la raya fugaz de la ventana,
inhóspito al echarme sin perder un momento
a un lugar sin luz donde el invierno pasa.
Nevado hasta el alma sin esperanza muero
oliendo el color poroso de la muerte.
Primavera 1989 – Francisco del Moral Manzanares