El color de tus ojos al mirarme
tanto me hirió que me costó quererte
y esforzado seguí por comprenderte
en tu seguro afán por maltratarme.
El calor de tus labios al hablarme
me marchitó los besos y la suerte
y entorpeció mi risa, clara y fuerte,
tu puntiagudo amor por destrozarme.
Afilado tu aliento me abrasaba,
incandescente, ardiente como cera,
y el olor de tu piel me atragantaba.
Mas conseguí quererte en tal manera
insensible al dolor que me mataba,
que más es imposible que te quiera.
Hamburgo, 26.11.93 – Francisco del Moral Manzanares