Hoy ha vuelto el caimán y me ha mordido,
se ha llevado un riñón de mi esperanza,
que guardaba segundos de templanza,
minutos de pasión, horas de aullido.
Atesoraba pálpitos, rendido
al yugo de tener y a la confianza
de crecer con mi cuerpo y con la danza
vertiginosa y fiel de mi latido.
Oh mandíbula hirviente que me hiere,
dentellada febril que me enajena,
aliento ensangrentado que me quiere,
hubiste de volver con la cadena
que a la cruz me vincula y me refiere
la más áspera y lóbrega condena.
24.03.96 – Francisco del Moral Manzanares